martes, 13 de septiembre de 2016

NOS DESANGRAMOS ANTE LA OLA DE VIOLENCIA QUE VIVE EL PAÍS Y
NO SE VE POR DONDE LA SITUACIÓN MEJORE.

Foto: Prensa Libre Digital.
La Danza de la Muerte, como suelo llamarle a la vorágine de violencia que nos envuelve a los guatemaltecos y que se incrementa en forma acelerada ante la indiferencia de las autoridades gubernamentales que, excusándose en un argumento barato y hasta ofensivo de: “la seguridad no fue ofrecimiento de campaña”,  sigue cobrando vidas humanas en un país donde pareciera que mantenerse vivo, es algo parecido a la ruleta rusa.

En los últimos días, los guatemaltecos, tanto en la capital como en los departamentos, hemos sido testigos de la forma como los delincuentes hacen de las suyas en un manto de impunidad jamás visto, balaceras en pleno centro histórico que cobraron la vida de gente inocente y valiosa para el país, a escasos metros de comisarías de Policía o de la misma Casa Presidencial, evidenciaron que los asesinos le han perdido totalmente el miedo a la autoridad.

Todos los sucesos son lamentables, pero quiero referirme en forma especial al asesinato de la colega Comunicadora Social Ana Guerra Olmedo, quien laboraba para el Hospital General, San Juan de Dios, de done recién había salido cuando fue atacada supuestamente por un pandillero menor de edad, a escasos metros del centro asistencial.

Las hipótesis sobre dicho crimen, no se hicieron esperar, autoridades policiales y del nosocomio, coincidieron en señalar que éste podría haber sido como represalia de reos presos en centros carcelarios cercanos a la metrópoli, ante el anuncio horas antes del suceso, sobre la posibilidad de no atender a los antisociales debido al peligro que genera la sola presencia de los mismos en el hospital.

Pero me quiero detener en el argumento de las fuerzas de seguridad, el cual no considero válido, sobre todo porque no se puede justificar cada crimen justificando que son venganzas de pandilleros ante las acciones que se realizan en su contra, llevamos más de diez años escuchando ese tipo de falacias que, aunque fueran verdades absolutas, tampoco devuelven las víctimas a los deudos.

Y si usted cree que los hechos sangrientos suceden solo en la capital, está equivocado, los departamentos también se deshacen en un tsunami de grandes proporciones que se lleva a su paso a gente de cualquier edad, para muestra, lo ocurrido en la cabecera departamental de Jutiapa, con la desaparición y posterior asesinato del niño Antony Emanuel Ramírez de tan solo 4 años de edad, quien fue localizado flotando en lo que queda aún del Río Salado, a pocos metros de una estación de la Policía Nacional Civil.

Lo anterior ratifica que estamos peor que durante la época del conflicto armado, las estadísticas reales (no las oficiales), así lo demuestran. Siempre lo he dicho, mientras en el país, la violencia siga siendo negocio para unos pocos, poco o nada se hará por realmente detenerla, más que acciones paliativas que no resuelven el problema de raíz.


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