NOS
DESANGRAMOS ANTE LA OLA DE VIOLENCIA QUE VIVE EL PAÍS Y
NO
SE VE POR DONDE LA SITUACIÓN MEJORE.
Foto: Prensa Libre Digital. |
La Danza de la Muerte, como suelo
llamarle a la vorágine de violencia que nos envuelve a los guatemaltecos y que
se incrementa en forma acelerada ante la indiferencia de las autoridades gubernamentales
que, excusándose en un argumento barato y hasta ofensivo de: “la seguridad no
fue ofrecimiento de campaña”, sigue
cobrando vidas humanas en un país donde pareciera que mantenerse vivo, es algo
parecido a la ruleta rusa.
En los últimos días, los
guatemaltecos, tanto en la capital como en los departamentos, hemos sido
testigos de la forma como los delincuentes hacen de las suyas en un manto de
impunidad jamás visto, balaceras en pleno centro histórico que cobraron la vida
de gente inocente y valiosa para el país, a escasos metros de comisarías de Policía
o de la misma Casa Presidencial, evidenciaron que los asesinos le han perdido
totalmente el miedo a la autoridad.
Todos los sucesos son lamentables,
pero quiero referirme en forma especial al asesinato de la colega Comunicadora
Social Ana Guerra Olmedo, quien laboraba para el Hospital General, San Juan de
Dios, de done recién había salido cuando fue atacada supuestamente por un
pandillero menor de edad, a escasos metros del centro asistencial.
Las hipótesis sobre dicho crimen,
no se hicieron esperar, autoridades policiales y del nosocomio, coincidieron en
señalar que éste podría haber sido como represalia de reos presos en centros
carcelarios cercanos a la metrópoli, ante el anuncio horas antes del suceso,
sobre la posibilidad de no atender a los antisociales debido al peligro que
genera la sola presencia de los mismos en el hospital.
Pero me quiero detener en el
argumento de las fuerzas de seguridad, el cual no considero válido, sobre todo
porque no se puede justificar cada crimen justificando que son venganzas de pandilleros
ante las acciones que se realizan en su contra, llevamos más de diez años
escuchando ese tipo de falacias que, aunque fueran verdades absolutas, tampoco
devuelven las víctimas a los deudos.
Y si usted cree que los hechos
sangrientos suceden solo en la capital, está equivocado, los departamentos también
se deshacen en un tsunami de grandes proporciones que se lleva a su paso a gente
de cualquier edad, para muestra, lo ocurrido en la cabecera departamental de
Jutiapa, con la desaparición y posterior asesinato del niño Antony Emanuel
Ramírez de tan solo 4 años de edad, quien fue localizado flotando en lo que
queda aún del Río Salado, a pocos metros de una estación de la Policía Nacional
Civil.
Lo anterior ratifica que estamos
peor que durante la época del conflicto armado, las estadísticas reales (no las
oficiales), así lo demuestran. Siempre lo he dicho, mientras en el país, la
violencia siga siendo negocio para unos pocos, poco o nada se hará por
realmente detenerla, más que acciones paliativas que no resuelven el problema
de raíz.
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